Frágil se mece la hoja en el árbol.
Su suave cadencia levitando al abismo,
deshoja las ramas melancólicas
anunciando el otoño.
El atardecer cerrado
acompaña silencioso
la mohína brisa.
Llora el parque hojas doradas;
en la sombra le espera la sigilosa muerte,
cual estatua de bronce eterna.
La impoluta y refulgente dama
paciente aguarda la caricia,
el abrazo aterrador del invierno.
En paz muere el verde,
tras la calma inmutable del que sabe y
conoce su bien hacer.
Perece.
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