Dicen, que habla un viejo cuento.
De allá, a la orilla del río,
Donde vivía una hermosa princesa,
en su precioso castillo.
De dorados cabellos y ojos de miel,
esbelta la doncella, radiante armonía.
Que gustaba pasear a la hermosura
libiana, cuando la luna florecía.
Cuentan, la antigua leyenda;
que a la otra orilla del río.
Habitaba en una vieja granja
una joven de aspecto recio y frío.
De piel morena y curtidas manos,
aspero cabello, frondosa energía.
Duro en el día trabajaba,
así en la noche dormía.
Ambas soñaban con lejanos mundos,
más alla de su orilla del río,
las dos pedian a las estrellas,
una al morir y la otra al nacer con brío.
Estrellita de plata, tú que naces.
Estrellita de plata, tú que mueres.
Alza tu varita mágica, hechame polvo de estrellas,
haz que vuele muy lejos,
haz que me lleven tus alas viejas.
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Encontremonos en el recuerdo, en el silencio, en las miradas perdidas, en el dolor y la alegría, el los suspiros ajenos, en habitaciones vacias con vistas a cobertizos desiertos. Encontremonos aquí, en mis desencuentros.
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